Espionaje por diversión Vol.1. Cable N°2. Año 20xx

COPIA FIEL

ACLARACIÓN: El siguiente relato llegó a mi poder a través de los viejos canales de espionaje que siempre mantuve por precaución. Pertenece a un poeta sin corazón, aunque ignoro su identidad y no podría responder por sus palabras.

ACLARACIÓN BIS: Desconozco las razones que SATURNO ha tenido para contar con los aportes de un ex-espía soviético que padece Alzheimer pero les agradezco profundamente que me den el lugar para contar alegremente algunos secretos de los tantos que guardo y que día a día recopilo.

ACLARACIÓN ¿TRIS?: Si no sabe ruso, no sea haragán y utilice un diccionario.

De lo que aquí intento hablar.

De lo que aquí intento hablar nada se le asemeja.
Campanario de la Parroquia Nuestra Señora del Pilar

Lo experimenté hace poco tiempo y desde entonces persigue a mi sombra, aún en el lugar más luminoso de mi existencia. Como una lente prismática se utiliza para corregir la diplopía, de lo que aquí intento hablar parece tener un efecto contrario; desde su advenimiento a mi vida no ha hecho sino distorsionar mi percepción, duplicar la inquisitorial mente que me caracteriza y transformar mis más profundas certezas en meros enunciados.

De lo que aquí intento hablar se emparenta con el tiempo y la maduración, aunque más con cierta actitud reflexiva, que irrumpe en momentos de exagerada insatisfacción o de volátil plenitud. 

La distorsión a la que me refiero provoca que lo que fue se trastorne en algo nuevo, distinto; acaecido en un tiempo lejano pero con efectos demasiado presentes. No puedo evitar revisar eventos de mi biografía y formular preguntas que jamás tendrán respuesta. Tampoco puedo, aunque lo intente con reprobable voluntad, aceptarlo sin más. No obstante, parece que de lo que aquí intento hablar es tan escurridizo como insoslayable. (Otvratitel’nyy postmodern)

Como la diplopía, una vez que de lo que aquí intento hablar se manifiesta, las opciones para enmendarlo, para restablecer el curso correcto, son pocas, quizás la más certera la de cerrar los párpados con fuerza e inducir un estado letárgico en la búsqueda de una realidad inexistente pero que, de algún modo, en un proceso mental, se haya próxima y explorable.

En los eventos de mi biografía figuran grandes calamidades, éxitos moderados y un sinfín de versículos y pasajes que, habiendo sido experimentados sin pena ni gloria, con suma indiferencia, hoy se descubren insoportables; intento ser lo más honesto que puedo al referirme a esto. Insisto con que de lo que aquí intento hablar es extremadamente impreciso, tanto, que no existe alguna palabra con la que inmortalizar la sensación. Son estos momentos efímeros, cotidianos, los que conforman de lo que aquí intento hablar; las calamidades y los éxitos son simples de explicar y es posible radiografiarlos con precisión. La indiferencia a la existencia, que se resume en la confianza plena de la inmutabilidad de las cosas, en cambio, es imposible de aprehenderla sino cuando se ha perdido.

Intentaré condensar de lo que aquí intento hablar con una breve historia, producto de alguna maquinación ya olvidada, pero a la que siempre recurro cuando me quedo sin palabras. (Kompul’sivnyy lzhets)

Estas palabras le pertenecen a un enfermo de locura que, como tal, está encerrado en alguna institución mental. Dice así:

La mariposa que vi volar esta mañana por el jardín, a través de aquella ventana, me recordó con mucha tristeza la felicidad de mi niñez. Cazar mariposas con aquella niña tan estridente y jovial fue, a veces pienso, lo peor que pude haber hecho en la vida. La alegría con que pasaba aquellos días no la he vuelto sentir y por ello maldigo el tiempo de niño, el tiempo de felicidad ¿acaso pura, acaso verdadera? Mis berrinches cuando esos pequeños insectos se escapaban de mi red o volaban demasiado alto para mi estatura provocaban en ella la misma sonrisa y el mismo instante silencioso que veo en sueños cuando ella aparece. Era una sonrisa inocente pero de una madurez inquebrantable; la entendía perfectamente y estaba claro lo que significaba: ¡compórtate quieres! ¿No es esto un simple juego por diversión? La simpleza en su mirada y la fortaleza en su sonrisa silenciosa hacían instantáneamente que mi llanto cesara, que secara mis lágrimas y que, tomándome de su mano, continuáramos la aventura por los prados florecidos del campo paterno.
En mis días malos, como dije, maldigo mi niñez, las tierras ancestrales y a ella, la mejor mariposa de todas. En mis días buenos… en ellos… tan solo la extraño. Pero tan solo extrañarla es más que eso. Es saborear muy profundo en el alma y en los huesos el dolor; dolor a la ausencia que con aplomo y lentitud zigzaguea dentro de mí y constriñe mi pecho quitándome el deseo a la vida, a los placeres más insignificantes que uno pueda gustar. Tan lejana en el pensamiento pero tan vívida en la carne…
Por virtud del destino o quizás más por fuerza de voluntad titánica, los días en que la extraño son casi inexistentes. No tengo dudas que es más sencillo sentir odio por nuestra historia que un deseo quimérico por revivirla; el odio –puesto que somos seres espirituales engendrados por y para él– es un autómata que con una fluidez quirúrgica aflora de nosotros y tiñe con una oscuridad mortal todo lo que en su andar –inevitable– manipula. Su contrapartida, que no me atrevo a decir sea el amor sino la felicidad es un fruto que puesto no está prohibido es una muy renombrada calamidad. Poseer el conocimiento de su existencia, debido a que nacimos en el confín opuesto, no es tarea fácil y requiere traspasar por velos cuidadosamente diseñados por nuestra fisonomía natural, además de una valentía excepcional. Desafortunadamente, de igual forma que sucede con otros manjares fraguados en el edén que es la existencia, hay quienes descubrimos la felicidad por accidente o por, a veces pienso y comulgo con la ironía, una malformación atroz en nuestro espíritu; y es en ese acto despiadado que nos convertimos en acólitos de una sed eternamente insatisfecha que habiendo sido saciada una vez se esfuma, se ensombrece y nos recuerda que no somos sino autómatas del odio, la desazón y el sufrimiento.

El alienista que presenció junto conmigo este relato a menudo me observaba en búsqueda de una mirada de complicidad que nunca le entregué. Por el contrario, comulgué rápidamente con el trastornado (Poet i sumasshedshiy – odno i to zhe litso. On smotrit v zerkalo); mencioné que siempre que me encuentro incapaz de continuar en la consecución de una experiencia significativa recurro a esta historia. Lo hago porque revitaliza mi esencia; porque es el mayor esfuerzo sintético de lo que aquí intento hablar; mi proyección sobre el mundo recobra un ápice de esperanza, trágico a la vez que alentador.

Quiero ser enfático y no me cansaré de decirlo. De lo que aquí intento hablar se emparenta con el destino pero le escapa al propósito. ¿Por qué todo ha sido de esta manera? El universo existe y yo formo parte de él. ¿Acaso no puede tener lugar evento más fortuito que ese? De lo que aquí intento hablar, creo, y es la primera vez que estoy tan cerca de poder ponerlo en palabras, es el momento preciso que tomamos dimensión de ese evento. Y no lo digo en un sentido necesariamente cartesiano ni tampoco sé precisamente cuándo sucede pero el hecho de captar esa existencia denota la contradicción que nos estructura como especie. Experimentar la existencia, palabras casi tautológicas, es algo visceral; no duele pero transforma y tiñe absolutamente todo. Como me dio a entender el enfermo mental, de lo que aquí intento hablar sucede cuando palpamos por primera vez la malformación que tiene nuestro espíritu y que al tacto libera la pestilencia para siempre destruyendo lo que creíamos era autosuficiencia. De lo que aquí intento hablar quizás no sea otra cosa que haber comprendido, siquiera levemente, la mortalidad.

(Yego svoboda zapreshchena. Ne podkhodit dlya obshchestvennoy zhizni)

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Pusquín, Alejandro. (2020). Espionaje por diversión Vol. 1. Cable N°2. Año 20XX. Los ojos de Saturno. Recuperado de https://losojosdesaturno.wordpress.com/

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